Pues mira,  históricamente, los REITs han ofrecido retornos totales bastante decentes, con unos dividendos jugosos y constantes, y con buena apreciación del capital a largo plazo. ¿Cobrar rentas mientras mi inversión se aprecia? Me mola. Aquí algunas de sus ventajas:

• Rendimiento suculento a largo plazo competitivo: Su comportamiento a largo plazo tiende a ser similar al de las acciones blue chip y superior al de los bonos de bajo riesgo.
• Dividendos sustanciales y estables: Gracias a que deben distribuir al menos el 90 por ciento de sus ingresos gravables a sus accionistas anualmente, los REITs aseguran un flujo constante de dividendos. ¿De dónde salen?
• De las rentas contractuales pagadas por los inquilinos de sus propiedades.
• Liquidez: Las acciones de los REITs se compran y se venden a ritmo de reggaetón en las principales bolsas de valores.
• Transparencia: Están supervisados por peces gordos como directores independientes, analistas y auditores, ofreciendo a los inversores una visión clara de su situación financiera. Cero pirulas. 
• Diversificación de la cartera: Invertir en REITs te permite entrar en el mercado inmobiliario con poco capital y bien diversificado en propiedades, algo que en el ladrillo de la calle es solo viable para los pastosos de turno.

Desde la ama de casa más humilde hasta las grandes instituciones, los REITs atraen a todo tipo de inversores. Actualmente, aproximadamente 150 millones de yankees invierten en REITs directamente o a través de fondos o ETFs. Eso sin contar los fondos de pensiones y las aseguradoras, que también son fan del ladrillo bursátil.

Una casa es más un bien de consumo que una inversión. No produce ingresos, sino que exige pagos regulares como hipotecas, impuestos y gastos de mantenimiento. 

Por otro lado, los REITs invierten en el sector inmobiliario comercial, que genera un flujo continuo de ingresos. Aparte, como hemos comentado, son una inversión líquida y con el riesgo bien esparcido, a diferencia de una casa.